miércoles, julio 06, 2011

Sideral


Entre la cortina pasaban las horas, su ojo se hacía más viejo a cada segundo y se sucedían mil pensamientos a la vez imposibles de conectar en su mente. La rutina era siempre la misma. Una lágima caía por su mejilla izquierda. Algo le hacía doler algo más que el cuerpo. Habían veces en que ni los mismos mares lograban contener sus saladas lágrimas. Y en medio de la espesura de la noche escondía sus sollozos para hacer, tal vez, que la noche se compadeciera de su dolor algún día.

Una noche, las estrellas hablaron en lenguas extrañas; el calor detuvo el frío suspiro y se hizo seca la lágrima. Se ordenaron los lazos que ataban los pensamientos. La mirada ahora se hizo segura, ordenandose cada átomo de su existir. Una noche, todo cambió. Sólo en una noche.

Dicen, que aquella noche vieron su corazón abrir.

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