Fuerzas para seguir
Seis de la tarde. El sol está por irse completamente, mientras mis apuntes desparramados conforman mi panorama principal. La biblioteca luce llena de estudiantes preocupados, y soy uno más de ellos. Hurgo en mi mochila buscando algo de comer, pero sólo encuentro cuadernos, una agenda y lápices. Nada comestible.
A ratos pienso en el frío que hará allá afuera, cuando el sol se vaya. Me estiro y me reclino en mi asiento. Los ojos en cualquier momento se saldrían por tanto leer. Dolían.
Me los restregué con fuerza, y dejé caer mi cabeza sobre mis brazos para reposar unos minutos.
Es verdad que odio el tiempo. Siempre me pregunto si es que todos estos esfuerzos valdrán al fin y al cabo. Nunca recibo respuestas, aunque tampoco las espero porque en el fondo sé que no existen.
Creo que me doldría bastante el echar por la borda muchas cosas que en realidad necesito. Si al fin y al cabo mi vida tiene tantos matices distintos, que he sabido llegar a entender, respetar, querer y amar todo lo que hago y lo que tengo.
¿Miedo?... no... no es miedo, quizá es sólo el análisis de posibilidades. Que obviamente no quiero tomar... y por lo mismo prefiero ver todo más claramente, o alimentar esa chispita de voluntad que todos llevamos dentro.
Levanto mi cabeza. Todo está tal cual. Veo algunas burbujas de colores que me gustan, producto del restriego de ojos.
- Vamos, puedo más que esto. - Me susurro en voz baja, para luego tomar aire y seguir leyendo los dos kilogramos de apuntes.
Seis con nueve minutos. El sol se esconde en el preciso instante en que fijo la vista en él. Ahora sólo se deja ver el resplandor cobrizo del cielo oeste, y se escucha tu voz a lo lejos diciendo mi nombre.